Este verano, Carlos San Segundo, responsable del programa de Cooperación Fraterna de Cáritas Diocesana de Valladolid, ha visitado el Vicariato Apostólico de Puyo (Ecuador), con el que la entidad mantiene una relación de hermanamiento desde hace casi dos décadas. Esta es su visión del camino andado.
Existe un árbol en la Amazonía al que los indígenas llaman wachachak killa (palmera que camina) porque da la sensación de que se mueve. Su nombre científico es Socratea exorrhiza, en honor al filósofo griego y a la peculiar naturaleza de sus raíces, que son externas.
Una de las mañanas de este mes de agosto, caminando a una comunidad indígena, me paré a contemplar el árbol en cuestión, y recordé la primera vez que lo vi, llenándome de asombro, hace casi 20 años. Pasado todo este tiempo, ahora entendí sus raíces como epítome de la vida de la misión, aquélla que echa raíces por fuera; pero que realmente no pierde su lugar, que es el lugar de Dios.
Este 2025, celebramos con un profundo sentimiento de gratitud y esperanza dos décadas de un hermanamiento que es raíz profunda en nuestra Iglesia vallisoletana y en la Amazonía Ecuatoriana. Hace veinte años, un puente precioso y firme, como abrazo inmenso, se tendió entre dos realidades geográficas y culturales tan distintas como cercanas en espíritu: la Archidiócesis de Valladolid y el Vicariato Apostólico de Puyo, en la región de Pastaza. Y es que el corazón humano, cuando se une por un propósito de amor y justicia, no tiene barreras.
El sentido profundo de este vínculo se expresa en la presencia constante y en la respuesta fraterna a las necesidades de la gente de la región amazónica. Por eso este verano, una vez más, nos encontramos en el corazón de la selva ecuatoriana, caminando junto a las comunidades más vulnerables.
La misión de este año ha sido iniciar la puesta en marcha de un nuevo plan de formación y acción social para la Pastoral Social-Cáritas del Vicariato de Puyo, a través de la formación y organización de sus Cáritas Parroquiales, así como de su ampliación y consolidación. Con el objetivo de mejorar la calidad de vida y el desarrollo humano sostenible, y priorizando a los colectivos sociales más desfavorecidos (niños, jóvenes, mujeres, ancianos e indígenas).
Para que este plan de formación y acción social pueda ser participativo, eficiente y con efecto multiplicador; en los meses de julio y agosto, estuvimos reunidos con 20 comunidades indígenas y con las 15 Cáritas Parroquiales que hay en el Vicariato, compartiendo esperanzas para construir un futuro mejor.
Ecuador enfrenta hoy una de sus crisis más profundas, particularmente en la región amazónica. El 76% de la población de Pastaza vive en pobreza multidimensional extrema, una cifra alarmante que refleja las enormes carencias de una región que, además de los retos propios de la geografía selvática, ha sido golpeada por años de olvido y desatención.
El panorama es duro. La falta de acceso a servicios básicos, la escasa educación, la explotación laboral infantil y la enorme brecha económica golpean especialmente a los grupos más vulnerables. Sin embargo, la presencia de Cáritas en la región es una luz de esperanza, de dignidad y de justicia.
“Mi corazón llora por la ceguera del mundo. No solo ante la carencia de bienes, de cuidados, de atenciones, que allí Cáritas alivia; sino por la ceguera ante la belleza que se resguarda entre quienes lo habitan. Pocos son los ñawi (ojos) que ven el fragor verdoso de la Amazonía, dando paso a las sonrisas, las manos tendidas en mutua ayuda y al entendimiento entre tragos de chicha. El voluntariado en Puyo es como su nombre indica, puyu, una niebla húmeda que todo lo cubre. Porque solo dejándose envolver por cada gesto, cada intento, cada enseñanza, puede descubrirse que la vida en la Amazonía es pura vida… pura fe” (Isabel García, Voluntaria en Puyo)
Las actividades que ya hemos iniciado para que las comunidades se conviertan en agentes de cambio de sus propios territorios están siendo intensas, y van desde la elaboración de un itinerario de formación social, hasta la realización de diagnósticos de necesidades para formulaciones de proyectos participativos; pasando por reuniones, cursos de capacitación y encuentros.
Lo que nos une a este territorio no es solo un compromiso social; es un vínculo fraterno que traspasa cualquier frontera. Las lágrimas, las sonrisas y las conversaciones que compartimos con cada uno de los miembros de estas comunidades nos hacen sentir que, a pesar de la distancia, formamos una única familia. Nos reconocemos en la lucha y juntos, con la ayuda de Diosito, seguimos dando pasos firmes en este camino de fe y de vida compartidas.
Al mirar atrás, estos 20 años nos llenan de una profunda gratitud hacia todas las personas que lo estáis haciendo posible. Y miramos hacia delante con ilusión renovada y con el firme compromiso de seguir luchando por la justicia y el desarrollo humano integral de la Amazonía ecuatoriana.
Hay una frase de Sócrates que me llama especialmente la atención: “el conocimiento empieza en el asombro”, aquel que me llenó cuando me topé por primera vez con la wachachak killa; y el mismo “Asombro de un amor”, del Hermano Roger de Taizé, libro en el que reflexiona sobre sus experiencias con los más necesitados; porque conocer es querer.
El viaje continúa. Sigamos adelante, con la fe como nuestro principal motor, y con la certeza de que, con cada paso, estamos transformando vidas; todo ello en clave de Amor, en clave de Dios.