La igualdad entre mujeres y hombres no es solo una aspiración social; es esencial para una comprensión cristiana de la naturaleza humana y de nuestra identidad hechos a imagen y semejanza de Dios, hermanos y hermanas, con un solo Padre. Como organización basada en los valores del Evangelio, en Cáritas Diocesana de Valladolid tenemos una responsabilidad especial de garantizar que cada mujer tenga seguridad, espacio y oportunidades, dentro de nuestras propias estructuras, en sus hogares y en la sociedad en general. Por ello, en torno al 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, ponemos voz a las mujeres que acompañamos desde los distintos programas, que saben de lo que se habla, a través de los actos celebrados para y con ellas.

UNA ORACIÓN POR LAS QUE YA NO ESTÁN
Desde hace ya seis años, hay un momento muy especial para recordar a las mujeres, niños y niñas asesinadas por las violencias machistas y acompañar, desde la fe y la esperanza, a aquellas que siguen caminando en su proceso de recuperación, es la vigilia por las víctimas de la violencia machista.
Este año 2025 ha sido proclamado Jubileo de la Esperanza y la Conferencia Episcopal Española ha centrado el compromiso social que acompaña el jubileo en la lucha contra la trata de personas. Recordamos también en nuestra oración a las mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual. Pedimos que nuestra plegaria sea para ellas un soplo de consuelo y una fuente de esperanza que las acompañe en su camino hacia la libertad.
Y antes de la oración y el recuerdo se narró la historia de vida de una mujer víctima de la violencia machista, acompañada desde distintos programas de la entidad:
MUJER
Cuando éramos novios todo fluía… o eso creía yo. Él era seguro, decidido, con carácter.
Yo me sentía pequeña, pero protegida. Pensábamos igual en todo. Y pensaba que eso era amor.
Con el tiempo, todo comenzó a girar a su alrededor: las decisiones, las salidas, mis palabras, mis silencios.
Mis amigas dejaron de estar, y mi familia se volvió una molestia. En un año y medio mi mundo era él. Solo él.
Nos casamos. Dejé mi trabajo (enlazaba contratos, tenía turnos… esa fue la excusa) y también dejé de ser yo.
Empezó con correcciones, luego vinieron las humillaciones. Y un día… una bofetada.
Después, no hizo falta más. Cada insulto era un golpe que no dejaba marca.
ACOMPAÑANTE DE CÁRITAS
Cuando la conocí, venía y se iba deprisa. Tenía una mirada triste que me dejaba inquieta.
No conocía su historia, pero intuía un miedo que la rodeaba, y esa intuición me hizo estar más atenta.
MUJER
Castigarme se convirtió en costumbre: porque la comida estaba fría, por una llamada de teléfono,
comencé a vivir teniendo cuidado de lo que decía y hacía, para no provocarlo.
Hasta que me di cuenta de que daba igual.
Hiciese lo que hiciese, el castigo dependía de su humor, no de mis acciones.
No sé cuándo desaparecí. No volvió a golpearme, pero cada palabra suya era un ataque.
Me miraba al espejo y no encontraba a nadie.
Vivía midiendo mis palabras, mis gestos… como si cada uno fuera una trampa.
Perdí la noción del tiempo. Llegó un momento que creo que no dormía, no comía, me temblaban las manos.
ACOMPAÑANTE DE CÁRITAS
Recuerdo ese día… Su voz temblaba, pero por primera vez ponía nombre a lo que llevaba dentro.
Sentí que mi tarea era sostener esa rendija que se abría, acompañarla sin prisas, con respeto.
MUJER
Me dijeron: No tienes que seguir viviendo así.
Me costó aceptarlo, pero ahí empezó mi salida.
Él no entendió. Me pidió perdón, me prometió cambiar.
Yo quise creerle, pero su voz ya no sonaba igual.
Ya no me daba seguridad. Me daba miedo.
ACOMPAÑANTE DE CÁRITAS
A partir de ahí caminamos, con pequeños pasos: ella avanzando con valentía, yo aprendiendo a escuchar.
Compartimos dudas, retrocesos y desánimo, pero también descubrimientos.
Me conmovía su valentía incluso cuando ella no la veía.
MUJER
Aún no he cerrado heridas, aún hay muchas cosas pendientes.
La salida de ese infierno es como subir una montaña muy empinada.
Pero en el camino encuentro otras mujeres que me empujan a seguir, o a veces,
quiero creer que soy yo la que empujo…
No sé si el dolor se va del todo… Pero el dolor también puede transformarse.
No soy lo que él quiso que fuera. Soy lo que pude reconstruir.
ACOMPAÑANTE DE CÁRITAS
Ahora, cuando la escucho. siento que estoy ante alguien que ha vuelto a encontrarse.
Su voz tiene una firmeza que me emociona, porque detrás reconozco todo el camino que hizo y el que seguimos recorriendo.
CINCUENTA FLORES
Cincuenta flores, en representación de cada una de las cincuenta personas fallecidas víctimas de la violencia machista desde diciembre de 2024, acompañaron las peticiones realizas en nombre de toda la comunidad.
Para Cáritas Diocesana de Valladolid es un compromiso acompañar a las personas que sufren estando cerca, manteniéndonos alerta ante su dolor, cuidando que ninguna persona sea agredida o considerada posesión de otra.
Queremos ser escucha, aliento, ser quienes impulsen a estar mujeres dañadas hacia la esperanza y hacia una nueva vida donde sean valoradas y queridas.












