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MIENTRAS HAYA PERSONAS, HAY ESPERANZA

TESTIMONIO DE VIDA DE JOSÉ LUIS, VOLUNTARIO DE CÁRITAS DIOCESANA DE VALLADOLID

Me llamo José Luis Rodríguez de Diego. Soy oriundo de la provincia de Burgos. Vine a Valladolid para estudiar Filosofía y Letras, en su rama de Historia. Hice las oposiciones al Cuerpo de Archiveros del Estado y, después de unos años en Zamora, entré a formar parte de la plantilla del Archivo General de Simancas, en el que prácticamente he desarrollado toda mi vida profesional. A los pocos años de jubilarme, en 2009, me apunté al voluntariado de Cáritas, donde continúo, aunque ahora en Alicante.

El Equipo de Comunicación de Cáritas Diocesana de Valladolid me ha pedido que exprese mis experiencias en el voluntariado de Cáritas. Y como todos, de una u otra forma, en mayor o menor grado, somos hijos de obediencia, he accedido a ello respondiendo a las preguntas que se me han formulado.

¿CUÁL ES TU LABOR EN CÁRITAS?

Estoy empadronado en Alicante hace poco más de un mes(**). En los primeros días, después de averiguar dónde se encontraba mi parroquia (Santiago Apóstol), me presenté al párroco para comunicarle mi intención de seguir en el voluntariado de Cáritas y de integrarme en el equipo de la parroquia. Después de preguntarme cuál había sido la actividad desarrollada en Valladolid (acogida, acompañamiento de mayores y ayuda escolar), me dijo que sólo tenían la acogida. Dos días después tuvimos la primera reunión para conocernos (el equipo lo formamos tres) y preparar la próxima acogida. La acogida es mensual. La labor del equipo se centra en escuchar, acompañar y ayudar a las familias que acuden. Ya he asistido a la primera, el 25 de enero pasado.

¿QUÉ TE HA MOTIVADO A CONTINUAR EN CÁRITAS AL MUDARTE A ALICANTE?

En realidad me han impulsado los mismos motivos que me llevaron a entrar en el voluntariado de Valladolid, aunque mucho más reforzados y conscientes después de la maravillosa experiencia en la Cáritas vallisoletana. Fundamentalmente fueron, y son, dos. El primero, poner a disposición de los demás algo del tiempo que, después de jubilado, podía emplear en otras actividades. Desde el primer momento tuve claro que ese tiempo lo tenía que emplear en Cáritas, organización católica que me inspiraba la mayor confianza. Muy pronto comprobé que la actividad en Cáritas significaba mucho más que ayudar a los demás. Las charlas a las que asistí en el periodo de formación del voluntariado, las reuniones con otros equipos del arciprestazgo y, sobre todo, el testimonio de todos sus integrantes me hizo comprender que Cáritas no era sólo ni principalmente una forma de actuar sino una forma de ser. Sin darme cuenta, el espíritu de Cáritas fue calando en mi vida y las actitudes que nos recomendaban tener en el trato con las personas que acudían a la acogida (apertura, escucha, respeto, compasión…) no se limitaron a ejercitarlas solamente en las horas dedicadas semanalmente a recibir a personas necesitadas, sino que se extendieron a cualquier otra actividad y a cualquier otra persona fuera del ámbito de Cáritas. Cáritas me conformó más humanamente y, por tanto, más cristianamente.

El segundo motivo que me movió a entrar en Cáritas fue la necesidad de compartir la fe, de vivirla comunitariamente. Antes de Cáritas mi único acto cristiano comunitario consistía en la participación en la Eucaristía del domingo y que se resumía, en cuanto a establecer contactos o vínculos sociales, a unos escuetos “Buenos días” a la salida de Misa a dos o tres personas. En Cáritas encontré un espléndido modo de vivir la fe de forma comunitaria. Las reuniones del equipo (en el primer año siempre dirigidas por D. Mariano Herrera, sacerdote que permaneció en la parroquia solo un año pero que dejó una profunda huella en nosotros), los contactos mensuales con las Cáritas parroquiales de Valladolid, la preparación y celebración de las campañas de Navidad y Corpus Christi, la asamblea anual de todo el voluntariado en Villagarcía de Campos… constituían momentos especiales en que experimentaba la vivencia compartida de una fe profunda y sencilla en un ambiente de serena alegría. Me recordaba la Carta a los Hebreos (cap. 12), en la que el autor anima a los cristianos de finales del siglo I a caminar alegres en la fe rodeados de tal nube de testigos.

Tales experiencias, que no ideas, adquiridas en Valladolid, no podía dejarlas con el traslado a otra ciudad. Por eso estoy ahora en la Cáritas de Alicante.

¿QUÉ DIFERENCIAS ENCUENTRAS ENTRE TU TRABAJO EN ALICANTE Y EN VALLADOLID?

Llevo poco más de un mes en la Cáritas de Alicante, que no es tiempo suficiente para contrastar diferencias y semejanzas. Pero sí he podido comprobar que el espíritu de Cáritas está presente en los miembros del equipo y que las actitudes de escucha, dedicación, autenticidad cristiana… son exactamente las que he vivido en mi etapa vallisoletana. Por eso, desde el primer momento me he sentido plenamente integrado en mi nueva situación.

Las diferencias, creo yo, se hallan en el distinto contexto urbano y socioeconómico de estas dos provincias. La mayoría de la población en esta zona alicantina, próxima a la playa, vive en urbanizaciones cerradas, en las que los contactos sociales se realizan dentro de este pequeño núcleo urbano, encontrándose más dificultades para establecer relaciones. La población es muy heterogénea, predominando las personas extranjeras. La inmigración ha sido, y está siendo, muy acentuada, sobresaliendo los sudamericanos que ocupan la casi totalidad de los puestos de trabajo de servicios domésticos, hostelería, restauración… Ciertamente aquí abunda la oferta de trabajo, pero las irregularidades administrativas y los altos precios de los alquileres de vivienda dificultan mucho la plena integración. A esta plena integración de 20-30 familias se atiende y ayuda en la parroquia de Santiago Apóstol.

¿PUEDES CONTARNOS ALGUNA EXPERIENCIA QUE TE HAYA MARCADO DEL VOLUNTARIADO?

Sin duda alguna, el testimonio de fe y autenticidad de vida de las personas voluntarias con las que he convivido. Son personas sencillas, humildes, que obran y actúan en acciones cotidianas, sin ostentación ni relumbrón, movidas únicamente por la ternura y compasión hacia las que tienen necesidad de cualquier ayuda. Es esta labor constante y silenciosa, sin queja, sin búsqueda de recompensa alguna, lo que más me ha impresionado. Y tengo la íntima convicción de que ahí radica el verdadero mérito de Cáritas, por el que es respetada y valorada. Hacer el bien sin nada a cambio. San Pedro, en los Hechos de los Apóstoles, cap. 10, encierra en cuatro palabras toda la vida de Jesús de Nazaret: “Pasó haciendo el bien”. Cáritas se publicita sin publicitarse. A este propósito, ya que me habéis pedido una experiencia, contaré una que me sucedió no mucho antes de venir a Alicante. El equipo estaba atendiendo a un matrimonio mayor del barrio. Un día me dijeron que fuese a su casa para ayudarles en algún problema. Al entrar en la puerta del bloque en que vivían, había dos personas a las que no conocía, que me preguntaron: “¿Es usted de Cáritas?”. La pregunta me hizo pensar por qué habían preguntado por Cáritas y no por otra cualquier organización. Por otra parte, en el barrio no se había hecho publicidad sobre Cáritas. El hecho de que dos personas corrientes hubieran vinculado una presunta acción caritativa con Cáritas, sin propaganda alguna anterior, me convenció del alto concepto que la gente común tiene de Cáritas y de que, a la larga, la constancia en la ayuda a quienes la necesitan es el mejor medio de dar a conocer la novedad del Evangelio.

¿QUÉ APRENDIZAJE TE LLEVAS DE HACER VOLUNTARIADO?

No he aprendido, he sentido. No son ideas o frases, son vivencias originadas por una con-vivencia, por un compartir problemas, dificultades, ilusiones, esperanzas, fracasos… Por eso, la acción en equipo me parece clave e insustituible. Es verdad que en las charlas de formación, en retiros, en campañas… nos insistían machaconamente en crear comunidad, pero solo en una actividad compartida, aunque sea por un pequeño número de personas, se experimenta la fuerza de la unión. Sin ser incluso consciente de ello, el mero hecho de participar en escuchar los mismos problemas, intentar juntos una solución, una ayuda, un estímulo, comprobar también juntos la imposibilidad de un socorro… crea sentimientos de afecto, de amistad, de confianza fuertes y duraderos.

La oración común al principio y fin de las reuniones, la finalización a veces con la celebración de la Eucaristía refuerza sin duda esa unión y la basan en lo que en realidad es su auténtico y verdadero fundamento: Jesús de Nazaret. No tengo la menor duda de que es precisamente esta común vivencia de fe la que convierte a las reuniones de equipo o arciprestazgo (que suelen acabar con un café o una sencilla merienda), en un ambiente de naturalidad y fraternidad difícilmente superables. Así me figuro que serían las reuniones de los primeros grupos cristianos y hacia esa pequeña “sinodalidad” debe caminar la Iglesia. Siempre quedarán en mi memoria los entrañables encuentros de casi un día pasados en Cubillas de Santa Marta como colofón del curso. La espontaneidad, la confianza, la fresca alegría de tales convivencias no podían derivar sino de una fe honda, sencilla, sencillamente compartida.

Quiero destacar otro sentimiento, otro “aprendizaje” de mi voluntariado en Cáritas. Siempre había oído que, como cristiano, debía compartir (siempre la misma palabra) los gozos y alegrías, tristezas y angustias del mundo, de las personas con las que convives (otra vez convivir). Pero lo oía o lo vivía como idea, como algo lógico que asumía con la razón o con la conciencia, pero sin que fuese en realidad consciente de ello, sin que profunda o vitalmente me conmoviera y comprometiera. Escuchar una semana tras otra las penalidades de tus vecinos, las tristezas de sus vidas y las de los suyos, las penurias por las que pasaban, ver con frecuencia las lágrimas que brotaban de sus ojos…, eso era otra cosa. Comprendía entonces la verdad de lo que se nos decía en Cáritas: “Poner nombre a los pobres”. Y se los ponía y los hacía objeto de oración. Cáritas me ha hecho ser más sensible, estar más alerta al sufrimiento de los demás.

¿QUÉ DESTACARÍAS DE TU EXPERIENCIA EN CÁRITAS?

De las respuestas a las preguntas que se me han hecho puede deducirse que mi experiencia en Cáritas ha sido enormemente rica. No obstante, toda esa riqueza de testimonios, actitudes, vivencias… podrían resumirse en una: Cáritas me ha proporcionado una unidad de vida. Dije al principio que Cáritas no es una forma de actuar sino de ser. El ser de Cáritas es entrega, compasión, misericordia… A partir de Cáritas he sentido que mi actuación en cualquier actividad diaria, por pequeña o importante que fuese, en solitario o en unión con otras personas, ha estado dirigida por esas actitudes (evidentemente con las debilidades, fallos y contradicciones de la naturaleza humana). Es verdad que cada tarea tiene una finalidad, un objetivo que es distinto en una o en otra. Pero el motivo, la razón o el sentido que se da a una o a otra puede ser el mismo. Esa unidad de sentido es lo que me ha proporcionado mi experiencia en Cáritas. Por supuesto, también mi vida cristiana, mi vivencia de fe tiene, a partir de Cáritas, esa misma dirección.

Recuerdo que San Pablo decía a los cristianos de Filipos: “Tened los mismos sentimientos que Cristo Jesús”. Los sentimientos de Jesús que más claramente aparecen en los Evangelios son los de entrega, compasión y misericordia. Por ello, ya al final de estas respuestas, no me queda sino un profundo sentimiento de gratitud a los responsables de Cáritas, a mi equipo, a cuantas personas formáis la familia de Cáritas de Valladolid. GRACIAS.

**Esta entrevista fue realizada a mediados del mes de febrero de 2025.

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