HAGAMOS QUE TENER UNA VIDA DIGNA DEJE DE SER CUESTIÓN DE SUERTE
En Navidad celebramos...
El nacimiento del Hijo de Dios y, con Él, renace en nosotros la bondad, la humanidad y la capacidad de perdonar y amar, recuperando nuestra dignidad de hijos e hijas de Dios.
Esa dignidad
Nos hace iguales. Pero se quiebra cuando dejamos de reconocer la de los demás: cuando vulneramos sus derechos, limitamos su libertad o miramos hacia otro lado.
Tener una vida digna
Y acceso a los derechos humanos, vivir en paz, con seguridad, hogar, empleo, educación y salud no debería depender de la suerte.
Perseverar
Seguir apostando por la humanización en tiempos inciertos, reconociendo a Dios en las historias que acompañamos y sembrando esperanza a nuestro alrededor.
Confiar
Recordar que nadie se salva solo: la fraternidad sostiene, la sinodalidad dignifica y confiar en otros es arriesgado, pero esencial. Mejor juntos, en comunidad.
Creer
Dejar que la Palabra se haga vida; que la fe no sea refugio privado, sino fuerza para denunciar injusticias y anunciar la Buena Noticia.
Amar
La Navidad invita a amar sin barreras: al cercano y al distinto, al que coincide con nosotros y al que no, a quien espera un gesto que devuelva luz y dignidad.